Café Negro | Óscar González
Es muy fácil para cualquier gobernante que rinde –o pretende rendir– cuentas sacar las cifras positivas, destacarlas, autorreverenciarse con ellas y al propio tiempo ocultar lo negativo. Siempre se puede hablar de lo que mejoró y lo que dio resultado, así sea lo menos importante de su desempeño y a desdén de que la gente sepa –normalmente sabe, sobre todo ahora, en la era de las redes sociales– de las fallas, las carencias, las deudas y los yerros… hasta de los abusos e incluso felonías.Estamos acostumbrados a que los informes de gobierno, en los tres órdenes de gobierno, sean un estrambótico ditirambo recetado a sí mismo por el propio gobernante, que aplauden los acarreados y repudian las conciencias críticas, que cada vez van ganando mayoría entre la sociedad del Siglo XXI.
Nada parecido hizo el sábado Carlos Joaquín González, gobernador de Quintana Roo, al dar cuenta de su labor en su segundo año de gobierno, lo cual sorprendió a propios y extraños: ya estamos leyendo el informe, pero los mensajes del gobernador ante los diputados en el Congreso del Estado y frente a la gente en el Centro Internacional de Negocios y Convenciones de Chetumal –acto también muy bien organizado, contra la usanza– no fueron ni mucho menos complacientes con su propia gestión.
Salvo los detractores ex oficio, en las “benditas redes sociales” –diría el presidente electo Andrés Manuel López Obrador– predominó el reconocimiento a la crítica en persona propia de Carlos Joaquín: admitió, sin escatimar palabras, la lejanía de los resultados con respecto a las expectativas con respecto al tema de la inseguridad y la delincuencia, realidad que si bien percibimos todos nadie esperaba que fuera abiertamente admitida en dos momentos de una jornada que antes estaba dedicada exclusivamente a engrandecer la figura del titular del poder ejecutivo.
Así encaminó Joaquín González el cierre de su mensaje en el inmueble de Comonfort y Bulevar Bahía, donde por cierto no hubo camiones que transportaran paleros:
“El combate contra la impunidad y la corrupción ha tenido alto costo, principalmente en la seguridad de los ciudadanos. Estoy consciente de que los esfuerzos en seguridad han sido insuficientes y los resultados no están a la altura de las expectativas ciudadanas, pero tengan la seguridad de que seguiremos trabajando todos los días, a toda hora, con todo nuestro esfuerzo, y con nuevas estrategias, para devolverle a todos los quintanarroenses el sentimiento colectivo de vivir en un clima de tranquilidad y convivencia armónica.
“Requerimos la voluntad de todos para salir adelante. Sigamos luchando codo a codo para recuperar no sólo el clima de seguridad y paz que anhelamos, sino también una sociedad para nuestros hijos donde imperen la ley y la justicia para todos”.Bien por Carlos Mario Villanueva Tenorio y Emiliano Ramos Hernández, diputados que pusieron el dedo en la llaga y, con respeto republicano, se apartaron del servilismo que suele predominar en estos eventos.
Digno, el mensaje de Carlos Joaquín: dio la cara y la opinión pública, en general, se lo reconoce.