Opinión

Los huracanes de Cancún

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En Órbita | Marcelo Salinas
SIPSE

Cada 21 de octubre, como el de ayer, recordamos al huracán “Wilma”, que azotó sin piedad a Quintana Roo hace 13 años. Fue terrible: hasta ese momento era considerado “el más potente de la historia”, por la fuerza de sus vientos y la cantidad de agua que soltó. Fue más dañino aun, porque los caprichos de la naturaleza le permitieron estacionarse 60 horas sobre nuestro territorio, provocando lo inimaginable.

La reconstrucción fue rápida. Las autoridades de todos los niveles y poderes agilizaron la ejecución del gran rescate, pues no podían dejar morir a la gallina de los huevos de oro. Tanto o más decisivo fue el tesón de miles de cancunenses que no huyeron, optando por jugarse la vida en una zona de riesgo.

Recordarán muchos que no sólo se trató de reparar la infraestructura, sino de lidiar con los servicios públicos y privados, la inseguridad galopante, el pillaje, la incertidumbre laboral, las enfermedades virales o la incomunicación. Guardando las proporciones, fueron también “huracanes”. Pero se logró poner de pie en tiempo récord. El destino recibió a los pocos meses a millones de visitantes nacionales y extranjeros.

Pero el otro Cancún, el que se expande más allá de la zona hotelera, tuvo otra suerte. Desde aquella reconstrucción casi milagrosa, la ciudad vivió una nueva explosión demográfica, con más inversiones y fuentes de empleo que facilitaron el arribo de más foráneos, quienes escapaban de sus lugares de origen por otros motivos.

La migración no fue la causa del descontrol, sino en cómo se abordó. Posterior a esos años se multiplicaron las colonias irregulares, las invasiones, y una cantidad de problemáticas focalizadas precisamente en esos lugares, sin atención debida. Aunado a ello, y en parte por lo mismo, se convirtió en tierra fértil para los oportunistas. Porque las autoridades no previeron el tamaño de los desafíos ni el éxito de la franja turística permeó cruzando ciertas avenidas.

Todo lo anterior configuró una atmósfera de la que muchos hablan: soledad, depresión, estrés, ansiedad… Un cuadro que afecta por igual a niños, adolescentes, adultos y personas de la tercera edad, sin distingo ya de estrato social ni procedencia.

Probablemente los que vivieron “Gilberto” (1988) cuenten la misma historia. Lo que es un hecho, no fue lo mismo después de “Wilma”. Para algunos, es asunto perdido; para otros, todavía hay chance de reinventarse. En el marco de las “transformaciones”, no son pocos quienes opinan que el momento ha llegado.

El reto inaplazable ahora es aprender a vencer los “huracanes” de todos los ámbitos.

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