Tiro Libre | Anwar Moguel
Novedades Chetumal
Dentro de un par de semanas don Hernán Pastrana Pastrana tomará las riendas del enfermo y debilitado Ayuntamiento capitalino, gracias a que, como candidato de Morena, fue el depositario de una nueva esperanza de “cambio” de una población decepcionada que ahora ven en Morena la alternativa a tanto olvido y tanto robo de generaciones de políticos priistas.
Pero, al igual que Luis Torres Llanes, el alcalde electo se formó toda su vida en la escuela Tricolor en su etapa de mayor poder -y corrupción- aprendiendo el manual de hacer política del dinosaúrico priismo.
Ese pasado y todo el aprendizaje no se borran ni con la canonización de Morena y puede condenar desde el principio la administración de don Hernán Pastrana si mantiene las mismas prácticas de todos los que han pasado por la oficina principal de La Alameda.
Aunque Pastrana aún no asume la presidencia, algunas señales empiezan a causar preocupación en militantes sinceros de Morena, como el hecho de que un reducido grupo político encabezado por el ex perredista Othoniel Segovia y su yerno, incrustado como primer regidor en la planilla ganadora, estén manejando todos los hilos de la transición, haciendo y deshaciendo a su antojo mientras pisotean incluso a fundadores del partido en la capital.
Para colmo, aunque como candidato Pastrana prometió que no habría nepotismo en su gobierno, al menos dos familiares directos del alcalde electo están trabajando de la mano con Othoniel, futuro Secretario General del Ayuntamiento, en el armado del gabinete y planeación del proyecto de gobierno.
Como hombre de sistema que fue -si es que eso se puede dejar atrás-, la progenie del alcalde electo fue recompensada en su momento con cargos públicos y partidistas al calor del priismo, por lo que la preocupación de algunos integrantes de su propio equipo que observan como crece la “influencia familiar” en las decisiones del alcalde es completamente válida.
La sociedad chetumaleña ya demostró, dos veces al hilo, que la paciencia ante los excesos faraónicos de los alcaldes chetumaleños y la falta de resultados está agotada. Don Hernán tiene ante sí la posibilidad histórica de romper con esa cadena de decepciones, o de sumarse a la lista negra.
A punto de empezar su gobierno, Hernán Pastrana debe tomar nota del sentir de la población y de las altísimas expectativas que, si bien le dan a su entrada un buen periodo lunamielero, se pueden transformar rápidamente en terrible desencanto de no cumplir con lo esperado.