Tiro Libre
Anwar Moguel
Novedades Chetumal
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La disímil alianza entre el PAN, PRD y el filón de joaquinistas provenientes del PRI que en 2016 sumaron fuerzas para echar a patadas al Tricolor de la gubernatura quintanarroense, llegó a su punto de quiebre tras la aplastante derrota electoral sufrida el pasado 1 de julio, donde los candidatos azules, amarillos y naranjas fueron arrollados por el aluvión guinda de Morena.
De por sí, los tratos entre estas fuerzas políticas pendían de alfileres por la permanente lucha de intereses de uno y otro bando, pero la tensión llegó al extremo de lo insostenible en el reparto de las candidaturas del pasado proceso, provocando fracturas, rencores y deserciones que contribuyeron a la inevitable derrota.
Pero como en todo rompimiento, en la disolución del fracasado “Frente” hay ganadores y perdedores, siendo el PRD el más damnificado de sus integrantes.
El partido del Sol Azteca quedó en ruinas, a pesar de que presume los únicos tres triunfos electorales en la contienda local, alzándose con la victoria en los municipios de Tulum, Felipe Carrillo Puerto y José María Morelos.
El problema es que los candidatos vencedores no son y nunca serán perredistas, son joaquinistas cantados y su lealtad es, como debe de ser, para con su verdadero líder político: Carlos Joaquín González.
Mientras tanto el perredismo, que esperaba fortalecerse en el bastión de Cancún, no logró posicionar a ninguno de sus candidatos quedando tirado en el suelo, abandonado también por su aliado el PAN que desde ya advirtió que no volverán a competir de la mano con los amarillos.
No obstante, a los blanquiazules tampoco les fue muy bien. Sus candidatos fueron triturados en cada uno de los frentes de batalla y tan solo lograron salvar la senaduría de consolación (primera minoría) para Mayuli Martínez Simón.
Como se había presagiado, PAN y PRD probaron el amargo elixir de la realidad y comprobaron de primera mano que su histórico triunfo en 2016 fue todo mérito de Carlos Joaquín, quien por cierto es quien al final de cuentas sale ganando con el rompimiento del “Frente”.
El mandatario tiene buenas relaciones con la mayoría de los alcaldes electos y un trato muy cercano con los cuatro diputados federales de Morena. Tiene además, la posibilidad de gobernar sin el lastre de las “facturas políticas” que alentaron el arranque de su gobierno.
Ahora tiene la sartén por el mango, con un riesgo inherente: a partir de ahora tanto los logros como las culpas serán todas suyas, con su correspondiente costo político.