El Rubicón | Luis Guyón
SIPSE
Parte de la dinámica de interacción de una sociedad normal es dejar decisiones en manos de expertos. No todos tienen el 100% de la información de un tema en específico.
El trabajo de un gobierno en asuntos de planeación estratégica deriva en dejarse asesorar por especialistas de varios puntos de vista y tomar una decisión en base a un juicio emitido por los versados en el tema.
Pretender saber o conocer todo es absurdo y tomar decisiones estratégicas a largo plazo no puede estar en manos de personas sin experiencia en el tema. El tan espinoso tema del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México está yéndose irremediablemente a pique.
El nuevo gobierno no gira el barco directo a las rocas pero pone un dedo en el timón para lentamente acercarlo a ellas. No se toma en consideración la inviabilidad en estos momentos del aeropuerto existente y un proyecto que ha costado ya millones se sabotea sin criterios de estrategia real.
El actual aeropuerto adolece de no poder ampliar su capacidad de operaciones por la cercanía de las dos pistas que no permite operaciones simultáneas del mismo tipo, a saber: no pueden haber dos aterrizajes o dos despegues a la vez, sí pueden haber un aterrizaje y un despegue; pero eso limita profundamente las operaciones en horarios de la mañana que es cuando más salidas hay o en la noche que es cuando más llegadas ocurren.
Los retrasos de las líneas aéreas por este motivo son enormes y se ven obligadas a retrasar la salida de sus vuelos por sobrecupo en los slots o espacios de aterrizaje, como es normal un vuelo retrasado por una hora retrasa varios después de éste. A eso sumamos la pésima logística del aeropuerto existente que obliga en el caso de la T2 a bajar a la tripulación y dar la vuelta a la terminal para abordar su siguiente vuelo.
Es completamente absurdo que se pretenda llevar a consulta “popular” un tema tan especializado y técnico como este y siembra un peligroso precedente de infantilizar decisiones de importancia estratégica y regional al someterlo a una consulta.
Esto a sabiendas que el mismo hastío de la muy cansada sociedad mexicana buscará en este asunto otra víctima para quemar en la perenne inquisición que se ha convertido este cambio de gobierno. En esto me declaro un mero aficionado, pero jamás me atrevería a dar un veredicto cuando no soy ni ingeniero aeronáutico ni economista ni financiero. Es como si la decisión de hacer o no un trasplante de hígado se someta a la votación de todo el hospital, incluyendo al vigilante, a la enfermera y al podólogo y no al análisis de los médicos expertos en el tema.
Que la información que derivó en un giro determinado de un veredicto sea de dominio público y sujeta a auditorías es otro tema y muy loable. Pero lo que está haciendo Andrés Manuel López Obrador con este asunto puede volverse algo muy temible al someter a consultas del ciudadano común temas de los que no tiene todos los elementos y con pleno conocimiento de que esta “sabia” decisión de la gente buena es lo que obedece a sus intereses y alianzas mientras lo disfraza de “democracia directa” aunque sepa que a la larga afectará el futuro de nuestro país. El Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) es sólo el inicio de sus juegos con las urnas, veremos portentos.