Anwar Moguel
¿Con qué cara se atreve Xóchitl Gálvez a poner pie en Quintana Roo?
La pregunta es seria y va más allá de filias y fobias políticas e ideológicas; la aspirante a convertirse en candidata a la presidencia de la República del Frente Amplio opositor, dejó al desnudo sus prejuicios, su talante discriminador, su clasismo incluso, al asegurar campechanamente en reciente discurso que la gente del sureste ¡no trabaja ni siquiera 8 horas!, y según ella por motivos “culturales”.
Y no, no fue un error ni una declaración casual. Es un esquema de pensamiento muy consolidado en ciertos círculos sociales de personas privilegiadas del norte del país, que literalmente ven a la gente del sureste como una horda de “huevones mantenidos” que solo consumen recursos públicos y obstaculizan el desarrollo.
Basta recordar el ejemplo de otro acaudalado político como Samuel García, hoy gobernador de Nuevo León, quien en una entrevista comentó, con esa absurda seguridad que da la ignorancia, que “en el norte trabajan, en el Centro administran y en el sur descansan”.
Xóchitl se mostró tal cual es. Difícil pensar que una mujer que asegura venir de abajo y que empezó a construir su cuantiosa fortuna vendiendo gelatinas sea tan poco empática y carente de visión.
Peor aún, evidenció que para ella el sureste es un lastre para la economía nacional, sin potencial de crecimiento. ¿Se imagina usted que políticas públicas implementaría para generar desarrollo en esta zona de tener el poder de la decisión? Exacto, ninguna, porque nadie invierte en lo que no cree.
Xóchitl cavó la tumba de sus posibilidades en toda esta región, donde ya es considerada una persona “non grata”, pero además porque los ciudadanos, los votantes de Estados como Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Tabasco, Veracruz, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, han valorado ampliamente el que el actual gobierno, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, haya puesto el ojo en esta región dejada en segundo plano históricamente con inversiones sin precedentes para generar verdaderas oportunidades de desarrollo. No permitirán una vuelta al pasado, donde eran -éramos- tratados como ciudadanos de segunda, como unos “huevones”, pues.