Opinión | Fernando Irineo
SDP Noticias
En una entrevista, en 1996, Octavio Paz dijo: “Somos mortales, pero hemos tenido vislumbres de la eternidad”. La idea del Poeta puede referirse también a los pueblos, en este caso al pueblo mexicano. Hemos visto el despertar de la cultura y alcanzado el epítome del folclor. Nuestras fiestas decoran la realidad al punto de volverla una novedad que se decora con el pasado. Nuestro pueblo ha visto el nacimiento de todo tipo de transformaciones, ya por influencia externa, ya por decisión propia.
La frágil fiesta democrática nos ha hecho virar en distintas direcciones, un día celebramos a un líder y al otro buscamos su linchamiento en redes sociales. Aquellas benditas y, a veces, cobardes, redes sociales. El ánimo mexicano es una danza entre la posibilidad y el deseo. El ánimo mexicano fluye entre el orgasmo y la depresión.
Somos vulnerables a quienes nos susurran promesas dulces. Parafraseando a Da Vinci: ¡Oh miseria mexicana, a cuántas cosas te sometes por la necesidad de amor! Durante décadas vivimos una relación violenta, con una pareja que golpeaba y al sexenio siguiente nos pedía perdón, con lágrimas en los ojos juraba no volver a dañarnos. Las promesas se extinguían y cuando queríamos justicia, desaparecían y camaleónicamente cambiaban al personaje y comenzaba otro romance maldito.
El PRI nos hizo daño, dejó heridas mnémicas imposibles de borrar. Cicatrices que duelen y atraviesan generaciones. Mató estudiantes, borró personas que luchaban por los Derechos Humanos y nos hizo desconfiar de toda propuesta política que tuviera siquiera un ligero olor a partidismo o a intento de besarnos con labios putrefactos maquillados con democracia barata.
Debemos superar esa relación tóxica, como se hace con una mala relación hay que seguir adelante y, sin ingenuidades, entregarnos a quien puede hacernos un bien. Hay gente horrible, lo sé. Hay personas tan solitarias que incluso estando con alguien más buscan causar daño a sus ex parejas. No caigamos en la trampa, no cedamos al pasado oscuro cuando hay un panorama luminoso frente a nuestros ojos.
México no está perdido, no seremos aquella nación adolescente que se deja herir. Tenemos en nuestras manos la oportunidad de crecer y volvernos una nueva patria. La Patria madura que no quiere volverse estatua de sal sino la esperanza encarnada. Una Matria Mexicana inteligente con una nueva cabeza a la que debemos respaldar, con cautela, sí, con determinación pero con el corazón y la mente siempre abiertos. Al vislumbrar la eternidad tenemos dos opciones: mantener la certeza de nuestra humanidad o avanzar a esa eternidad con coraje.
Si no nos permitimos alcanzar la felicidad, estaremos condenados a permitirle la victoria al PRI. Ya no buscamos venganza, anhelamos reconciliación y paz. No será fácil, la piel sigue sintiendo dolor, pero todo es mejor cuando avanzamos. El futuro no es una utopía cuando cada día se trabaja para construirlo. Construyámoslo juntos y juntas. Juntos y Juntas hagamos historia.