Opinión

El estilo de Carlos Joaquín

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Tiro Libre

Anwar Moguel
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A poco más de año y medio de la llegada del primer gobierno de alternancia a Quintana Roo, la percepción ciudadana sobre el cambio prometido, sobre todo en el sur de la entidad, no es del todo positiva, ya que hay una evidente desesperación de la población sureña que sigue sufriendo los dolorosos síntomas de la crisis crónica recibiendo tan solo “mejoralitos” discursivos para atender una enfermedad en etapa casi terminal.

Parte de esa frustración la externó el antropólogo Fernando Cortés de Brasdefer al recibir la medalla al mérito cívico del municipio capitalino, quien en un discurso duro pero respetuoso, recriminó al mandatario el déficit del gobierno del cambio para Chetumal y sus alrededores.

Pero en la propia andanada de críticas se percibe que, si bien falta mucho por hacer, un cambio fundamental se ha gestado, y es que los ciudadanos tienen ahora la posibilidad de expresarse con libertad y soltura con la certeza de que su voz es escuchada.

Y es que si algo dejó claro Carlos Joaquín desde su campaña a la gubernatura es que su estilo de gobernar, dialogar y enfrentar la crítica sería de frente a la gente, sin vallas ni represión a quienes pensaran de manera diferente.

Hasta los detractores más acérrimos han de reconocer que en esto no hay punto de comparación con su antecesor Roberto Borge, quien gobernó envuelto en un burbuja, apartado de la gente incluso en eventos públicos donde se rodeaba de vallas,  talante autoritario que ocasionó el prematuro final de su carrera política y posterior encarcelamiento.

Rumbo a su segundo año de gobierno Carlos Joaquín ha impuesto su propia tónica en la relación con los gobernados, lo que le ha hecho recibir reconocimientos de la iniciativa privada, sociedad civil y funcionarios federales, pero también un vendaval de reclamos y señalamientos, algunos válidos y otros no tanto.

Invariablemente el gobernador ha acusado de recibido a los críticos al comprometerse públicamente, como lo hizo hace algunos días en el desayuno por el Día del Trabajo, a “corregir lo que está mal, sin esperar discursos amables”, ni halagos.

Se sabe que Carlos Joaquín, con ese estilo abierto, parsimonioso, pero también inteligente y decidido, ha empezado a llamar la atención de los miembros de su gabinete exigiéndoles resultados medibles y tangibles para los quintanarroenses, o atenerse a las consecuencias. ¡Aguas!, porque bajo advertencia, no hay engaño.

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