Tiro Libre
Anwar Moguel
Novedades Chetumal
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Con enormes retos y desafíos por delante, el gobierno de Carlos Joaquín González entrará a partir del próximo lunes 1 de enero a una fase crítica en la que cada decisión, cada paso a tomar incidirá directamente en la consolidación o desplome del proyecto político de alternancia, que hasta hoy se ha mantenido en la justa medianía y nada más.
En la toma de protesta de Carlos Joaquín González como mandatario, histórica no solo por el hecho de ser el primer gobernador que llegó al poder como candidato de partidos opositores al PRI, sino por el respaldo masivo de los ciudadanos que acudieron a ese simbólico evento esperanzados en que serían testigos del parteaguas para una nueva era, una mejor época para Quintana Roo, tuve la oportunidad de entrevistar al gobernador perredista de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo, quien lanzó una frase contundente al cuestionarlo sobre lo que le esperaba al nuevo gobernador quintanarroense tras el oscurantismo impuesto por su antecesor, Roberto Borge Angulo.
“Del tamaño de la expectativa, es el desencanto”, me respondió el carismático Silvano, quien ya había probado esa amarga cucharada de realidad en su primer año de gobierno al frente de Michoacán, entidad que también recibió en ruinas, toda proporción guardada.
Las palabras del michoacano resultaron proféticas, pues la decepción ciudadana hacia el gobierno del cambio empezó casi de inmediato, desatando críticas al por mayor en redes sociales principalmente por los mil y un problemas no resueltos.
Por supuesto, hay mucho de injusto en ese vendaval de críticas y exigencias contra Carlos Joaquín y su gobierno, porque la situación de la entidad estaba al borde del desastre en casi todas sus áreas y en 15 meses se ha logrado poner orden en el caos, aunque esto apenas si se percibe por los encorajinados ciudadanos.
Y es que ese orden que se logró sobre todo en lo financiero, aún no se refleja en una mejoría de las condiciones económicas y apertura de oportunidades, lo que se resiente con mayor fuerza en la zona sur, pero sí se ha notado en el pago de deudas heredadas, de responsabilidades con los trabajadores estatales que sufrieron desfalcos brutales en sus descuentos para pago de hipotecas, seguros y préstamos a financieras en el gobierno anterior, en saldar cuentas con proveedores, constructores y otros, y en agilizar los pagos de facturas a los proveedores actuales.
Esos logros innegables pero que están debajo del radar del ciudadano común, tienen forzosamente que empezar a traducirse en esas anheladas oportunidades que prometió, desde el principio, el gobierno del cambio.
El gobernador Carlos Joaquín está muy consciente de ese reto. Así lo dejó sentir en su primer Informe de Gobierno donde dijo que se acabaron los pretextos para no dar resultados, palabras que resumieron lo primordial de su discurso.
Para el 2018, el desafío para el gobierno del cambio es doble: por un lado consolidar el proyecto de gobierno y poner a trabajar como se debe a las dependencias encargadas de estimular el desarrollo económico y la gestión de proyectos (Sede y Agepro, principalmente) que hasta el momento no han dado señales de vida, procurar que la reestructura gubernamental genere una mejor atención a la ciudadanía y grupos vulnerables y limpiar el gabinete de manzanas podridas, y por otro el reforzarse políticamente en las elecciones venideras.
Superar estos desafíos no será pan comido. Las facturas de campaña siguen pesando mucho en el gobierno del cambio –no para bien– y aunque es un hecho que en enero habrá un sacudón en el equipo de trabajo del gobernador, los partidos que lo llevaron al triunfo seguirán peleando su tajada del pastel.
Más difícil será la prueba electoral, y en un ambiente político convulso donde no hay nada definido para nadie el gobernador deberá tejer muy fino para que el Frente integrado por los joaquinistas y los partidos oficiales (PAN-PRD) logren conquistar más Ayuntamientos y posiciones clave a nivel federal.
De superar estos desafíos depende, en gran medida, el éxito futuro o fracaso anticipado de su gobierno.